Los ojos de Tomás se abrieron con incredulidad ante mi petición.
Jamás pensó que hablaría con tanta firmeza.
Pero no lo dije esperando una respuesta.
El mundo era grande, y yo no era una omega indefensa sin respaldo ni garras. Nací en la Manada Colmillo Dorado, entrenada por mi hermano, un lunático con alma de comandante, y criada por una Luna que una vez mató a un renegado con un tacón de aguja. ¿Evitar a mi ex? Por favor. Era lo más fácil de ser yo.
Me di la vuelta y me alejé sin mirar atrás.
El sol estaba cálido, la brisa suave: un día perfecto para comenzar un nuevo viaje.
Tomás siempre había supuesto que después del divorcio, volvería a la Manada Colmillo Dorado, esperando pasivamente a que viniera a buscarme.
Lo que no sabía era que... bueno, el perdón no era precisamente una tradición en mi familia. Especialmente para mi hermano, Damián, cuya idea de “justicia” solía implicar explosivos y francotiradores.
No me metía en sus planes. Asuntos de familia, ya sabes.
Cuando llegué a l