Las copas tintineaban bajo la suave luz del restaurante, y por primera vez en mucho tiempo, las risas de Olivia, Ava y Mia no estaban filtradas por el miedo, el dolor o la sospecha. Era un momento robado a la vorágine. Una tregua que se sentía tan frágil como necesaria.
—Dios, han pasado años desde que no salíamos así… solo nosotras tres —murmuró Mia, alzando su cóctel con una sonrisa cargada de nostalgia.
El tono cálido de su voz hizo que Ava se recostara con gracia en la silla, sacudiendo su melena con un gesto ligero.
—Y tanto por contar… no creo que alcance la tarde —rió sonoramente, esa risa limpia que rara vez se permitía.
Olivia las miraba, en si