Capítulo 41

El amanecer se filtraba por las cortinas translúcidas de la suite, tiñendo el cuarto con una luz dorada y pálida. Sophie abrió los ojos lentamente, aturdida por la sensación de calma que la rodeaba. Por un instante, no supo dónde estaba. El aroma a sábanas de seda, el sonido amortiguado del tráfico parisino a lo lejos, el roce frío del aire acondicionado sobre su piel desnuda. Todo le resultaba ajeno y perfecto a la vez.

Entonces lo recordó.

El calor de sus manos, su cuerpo contra el de ella, la voz grave murmurándole al oído su nombre como una súplica. Damien.

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