Desde la perspectiva de León García
Mi suegra se desmayó. Pedí a mi suegro que la llevara de inmediato al hospital.
Yo me quedé con las pertenencias de Valeria que la policía me entregó: su celular y unos documentos de transferencia. Fui directo al hospital.
—¿Esto es todo lo que dejó Valeria...? —preguntó mi suegro con lágrimas en los ojos al ver los papeles.
Eran las escrituras de traspaso de acciones de la empresa, el fideicomiso bancario...
—¡Abuelo, abuela, papá! ¡Miren esto! ¡Le están mandando mensajes horribles a mamá! —gritó Marco, alzando su celular.
“Valeria, tus padres, tu pareja y tu hijo ahora son míos.”
“Nunca podrás ganarme.”
“Me quedaré con todo lo tuyo.”
“¿Por qué la empresa sigue a tu nombre? Dijiste que era mía. ¡Eres una mentirosa!”
“Si no lo arreglas, le diré a todos que me estás maltratando.”
“¿Estás muerta o qué?”
“Bueno, al fin y al cabo te quité el único Elixir Carmesí que podía salvarte. No tenías más opción que morir.”
“¡Mejor así! ¡Muérete ya!”
Decenas de me