Capitulo 13

Las luces de la ciudad titilaban entre los ventanales del despacho de Maximiliano como luciérnagas atrapadas en un frasco de cristal. Los rascacielos se recortaban en el cielo nocturno, reflejándose sobre los cristales pulidos de la mansión. Adentro, el ambiente era solemne, casi pesado. Las sombras se alargaban en las esquinas del estudio, donde los muebles oscuros absorbían la escasa luz que proyectaba una lámpara de escritorio.

Maximiliano hojeaba papeles sin demasiada atención. El ceño fruncido y los labios apretados hablaban de una mente que no estaba del todo presente en la tarea. Sus dedos tamborileaban sobre la superficie de madera con un ritmo inquieto, como si buscaran disipar un malestar interno que no lograba identificar del todo.

Hasta que el celular vibró una vez. Luego otra. Y otra.

El zumbido era persistente, rompiendo la quietud con una urgencia que le crispó los nervios. Desvió la mirada hacia el aparato que reposaba junto a una pluma de tinta negra. El nombre que br
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