Capitulo 109

El despacho. Ana Lucía estaba de pie junto a la ventana, con los brazos cruzados y la mirada perdida en el jardín ya sumido en la oscuridad. Cuando Maximiliano entró, cerró la puerta tras de sí y se quedó unos segundos observándola en silencio, como si intuyera que algo importante estaba a punto de decirse.

—¿Cómo estás? —preguntó él con suavidad.

Ana Lucía se giró. Tenía el ceño ligeramente fruncido, como si aún procesara la escena en la entrada.

—Confundida —respondió, sin rodeos—. No esperaba eso de Catalina. Pero me alegra esa actitud.

Maximiliano asintió, avanzando hacia el sillón junto al escritorio y dejándose caer con un suspiro pesado.

—Yo tampoco. Pero… lo hizo bien. No sé si sincera, pero bien.

Ana Lucía caminó hasta el borde del escritorio. Apoyó las manos sobre la madera barnizada, pensativa.

—He estado dándole vueltas a algo —confesó—. Y quizás no te guste lo que voy a decir.

Maximiliano alzó la mirada, atento.

—Dime.

Ella vaciló un instante.

—Tal vez… debería irme por u
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