Capitulo 102

Las horas se habían deslizado sin aviso, consumidas por el peso del trabajo y el ritmo incesante de la jornada. Cuando el reloj marcó el final del día, Ana Lucía apagó su computadora, estiró ligeramente los hombros y caminó por el pasillo silencioso en dirección a la oficina de Maximiliano.

Golpeó suavemente la puerta entreabierta y asomó el rostro.

—He terminado mi trabajo… y falta poco para pasar por Emma —dijo con una sonrisa tenue.

Maximiliano levantó la mirada de su escritorio, sus ojos se iluminaron al verla. Caminó hasta la puerta, la cerró despacio y, sin mediar más palabras, la envolvió entre sus brazos. Su perfume —esa mezcla de maderas, tabaco suave y algo profundamente suyo— la rodeó por completo. Ana sintió cómo el mundo se silenciaba en ese abrazo.

Sus labios se encontraron en un beso lento, íntimo, que hablaba más de lo que cualquier palabra podría expresar.

—No podré ir contigo… estoy full —murmuró él contra su oído, con voz grave y suave, mientras acariciaba la línea
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