73. Pequeñas rutinas
El sol ascendía lento sobre las montañas, derramando una luz dorada sobre los techos de madera y los caminos de tierra de Cárselin. Raven ya no despertaba con sobresaltos. Ya no se alzaba listo para atacar o huir. Ahora se incorporaba con calma, se estiraba como si su cuerpo, al fin, perteneciera a ese ritmo de tierra y humo.
Esa mañana, Kiara lo esperaba fuera de la cabaña. No dijo nada al verlo salir, solo le tendió un cesto vacío.
-- Vamos. Hoy aprenderás a reparar cercas --.
Raven la miró con una ceja alzada.
-- ¿Eso es lo que hacen aquí en las mañanas? --.
-- Aquí, todos hacemos algo. Aunque sea pequeño --.
-- ¿Y si no sé cómo se hace? --.
-- Por eso estás conmigo --.
Kiara caminó por el sendero como si no necesitara comprobar que él la seguía. Y Raven, sin pensarlo demasiado, lo hizo.
Llegaron a una cerca de madera que bordeaba el gallinero comunitario. Algunas estacas estaban flojas, otras partidas. Kiara se agachó, hundiendo las manos en la tierra para aflojar una de las vieja