103. La Canción del Eco Perdido
El aire era denso. Un susurro etéreo recorría las grietas del mundo en el que Ailén se encontraba atrapada. La bruma flotaba como un velo de seda desgarrado entre planos, temblando con cada paso que daba. Su cuerpo parecía liviano, casi incorpóreo, pero su mente ardía con preguntas sin respuesta. ¿Cuánto tiempo había pasado allí dentro? ¿Días, semanas... años?
Las paredes de aquella realidad distorsionada se curvaban como si respiraran. Ailén caminaba sobre un terreno que no era suelo, sino una especie de superficie líquida que nunca mojaba sus pies. Todo tenía un tono gris azulado, como si el lugar viviera a la sombra de una luna que nunca se mostraba.
Había intentado gritar, correr, romper el silencio, pero lo único que había recibido como respuesta era un eco lejano... su propio nombre, arrastrado por la bruma.
-- ¿Ailén...? --
Se detuvo.
-- ¿Quién...? -- murmuró, con la voz rota.
Pero no hubo respuesta. Solo el mismo eco repitiendo su nombre. Ailén.
Se abrazó a sí misma. No por frí