POV Azura
Los aullidos rompieron el cielo como una sinfonía salvaje, ancestral. Todos los lobos alzaron sus voces hacia la luna, reconociéndome. Reconociéndonos. Como si el universo entero hubiera contenido el aliento solo para presenciar este momento. El mío. El de Grayson. El de nuestra unión.
Mi pecho se llenó de algo cálido y vibrante. No era orgullo. Era pertenencia. Por primera vez, sentí que no solo era parte de una manada. Era la Luna de ella. Su centro. Su guía. Su fuego.
Grayson me tomó de la mano, firme, cálido, protector. Sus dedos entrelazados con los míos parecían hechos a medida. Caminamos entre los miembros de la manada, que bajaban la mirada con respeto, reverencia… y quizás también deseo contenido. Porque todos sentían el lazo formándose. Vibrando. Creciendo.
—Estás temblando —murmuró él, mientras subíamos las escaleras hacia la torre del Alfa.
—Es que estoy… encendida —dije bajito, apenas una confesión.
Él se detuvo, me giró suavemente hacia él, y sus ojos me devora