El sol comenzaba a ponerse sobre la ciudad, tiñendo el cielo de tonos cálidos que se filtraban por las ventanas del apartamento como pinceladas suaves. Clara contemplaba la escena desde su estudio, con la taza de café aún humeante entre las manos y el cuaderno sobre el regazo. Aquel atardecer no solo marcaba el cierre de un día productivo, sino también un momento de introspección. En las últimas semanas, todo parecía haberse alineado: su creatividad había regresado con fuerza, su mente estaba clara, y cada palabra escrita llevaba consigo una certeza que hacía mucho no sentía.
Lucas, por su parte, había sido su apoyo incondicional. No solo estaba presente, sino que también sabía cuándo guardar silencio, cuándo ofrecer un abrazo, o cuándo simplemente desaparecer por unas horas para darle espacio. Esa combinación de cercanía y libertad era justo lo que Clara necesitaba. Sin embargo, algo dentro de ella comenzaba a removerse. No eran dudas, sino emociones más profundas, más intensas. La c