El día siguiente amaneció con una luz clara y prometedora. Clara se despertó más temprano de lo habitual, impulsada por una energía que hacía tiempo no sentía. Tras una ducha rápida, preparó café y se dirigió al estudio, con su cuaderno en mano y una firme intención: seguir avanzando.
Mientras el aroma del café llenaba el ambiente, Clara se acomodó frente al escritorio y repasó las páginas que había escrito la noche anterior. Sonrió al ver sus propias palabras. Había algo distinto en ellas, una sinceridad despojada de pretensiones, como si por fin estuviera hablando desde un lugar auténtico.
El sol ascendía con calma sobre la ciudad, bañando los edificios con su luz dorada. Desde la ventana del estudio, Clara observó cómo el mundo comenzaba a moverse: personas caminando con prisa, autos deslizándose por las avenidas, ventanas que se abrían. Todo parecía seguir su curso, y sin embargo, para ella, era como si algo hubiese cambiado profundamente.
Lucas había salido temprano a una reunión