La mañana siguiente, Clara despertó con el aroma cálido del café envolviendo la casa. Los rayos del sol se filtraban suavemente por las cortinas, pintando líneas doradas sobre las sábanas. Se desperezó lentamente, con el cuerpo aún algo pesado por la carga emocional del día anterior. La reunión había removido recuerdos que creía haber dejado atrás, y aunque hubo momentos agradables, no podía dejar de pensar en Natalia.
Al entrar en la cocina, encontró a Lucas junto a la cafetera, sirviendo dos tazas. Estaba descalzo, con el cabello ligeramente despeinado y la camiseta arrugada, pero su expresión era serena, familiar. Clara sintió una chispa de ternura al verlo.
—Buenos días, dormilona —dijo él, alzando una de las tazas y tendiéndosela.
—Buenos días —respondió ella con una sonrisa suave, tomando el café entre las manos.
Lucas la observó en silencio mientras tomaba asiento frente a ella. Sus ojos la estudiaban con atención, notando la sombra que aún se reflejaba en su rostro.
—¿Aún pien