La semana había sido larga, llena de reuniones, compromisos y las inevitables dudas de Clara sobre su próximo libro. Los días parecían estirarse, y las noches, aunque compartidas con Lucas, no bastaban para aliviar la presión que sentía. Cada vez que se sentaba frente a su computadora, las palabras parecían escaparse de su mente, como si se evaporaran justo antes de llegar al papel.
Sin embargo, esa mañana Clara se despertó con una sensación distinta. Al abrir los ojos, lo primero que vio fue a Lucas dormido a su lado, respirando con suavidad, ajeno al torbellino interno que la había acompañado durante los últimos días. Su rostro sereno la hizo sonreír, y por un momento, todo el peso de la semana pareció desvanecerse.
Lucas despertó al sentir su mirada. Se giró hacia ella y la envolvió en un abrazo cálido, sin decir palabra. Era como si, solo con estar ahí, pudiera aliviar sus miedos. No hacía falta hablar; el contacto era suficiente para que Clara sintiera que todo estaría bien. Habí