Los días continuaban su curso, y con ellos, los preparativos para la boda seguían avanzando con entusiasmo. Cada decisión que tomaban traía consigo una mezcla de emoción y responsabilidad, y Clara sentía que su sueño tomaba forma poco a poco. En esta ocasión, tocaba definir uno de los aspectos más importantes del gran día: el menú del banquete.
Ambos querían que la comida fuese una experiencia inolvidable para sus invitados, algo que representara no solo el lugar donde celebrarían su boda, sino también su esencia como pareja. Por recomendación de una amiga, habían concertado una cita con Marta, una chef reconocida en la zona costera por su habilidad para fusionar la cocina tradicional con toques modernos y frescos.
Al llegar al restaurante, fueron recibidos por el aroma embriagador de hierbas, mariscos y pan horneado. Marta, una mujer de sonrisa amplia, cabello recogido en un pañuelo colorido y voz firme, los saludó con calidez.
—¡Clara, Lucas! Bienvenidos. Me alegra mucho tenerlos aq