La mañana siguiente amaneció con un cielo despejado y una brisa suave que entraba por la ventana del dormitorio, acariciando las cortinas. Clara se despertó con una mezcla de emoción y nervios. Hoy era el día en que comenzaría la búsqueda de su vestido de novia. La idea la llenaba de ilusión, pero también traía consigo una ansiedad suave y persistente. Ese vestido no sería una prenda cualquiera: era la manifestación tangible de un sueño que había imaginado desde niña.
Después de ducharse y ponerse un vestido cómodo, bajó a la cocina y preparó un desayuno ligero. Mientras comía, sus pensamientos se dividían entre encajes, tul, siluetas en A y cortes princesa. Miró a Lucas, que estaba sentado en el sofá con una taza de café en la mano, revisando algunos correos en su portátil. Se veía tranquilo, ajeno al torbellino de emociones que giraba dentro de ella.
—Hoy es el gran día —dijo Clara, intentando sonar relajada mientras recogía su bolso.
Lucas levantó la vista y le sonrió.
—Estoy segur