El día siguiente amaneció con un cielo despejado y una brisa suave que acariciaba las calles del pueblo costero. Clara despertó con una sonrisa al recordar que esa tarde visitarían el jardín de la playa que habían elegido como posible lugar para su boda. La idea de estar un paso más cerca de hacer realidad sus sueños la llenaba de emoción, pero también de un leve cosquilleo de nervios.
Después de un desayuno ligero con frutas y tostadas, Clara se sentó frente a su portátil para trabajar en su novela. Las palabras fluían más fácilmente que antes, quizás gracias a la claridad que había obtenido tras organizar sus pensamientos sobre la boda. Cada escena que escribía parecía resonar con la dulzura y los desafíos que vivía en su día a día. Sin embargo, una inquietud persistía en su mente: el vestido de novia.
—¿Cómo debo buscarlo? ¿Qué estilo me representa? —se preguntó, mientras tamborileaba con los dedos sobre la mesa.
No solo quería que fuera hermoso, sino que también reflejara su perso