Punto de vista de EscarlataAl recuperar la consciencia, Lilia llevó instintivamente su mano al vientre. Su rostro se iluminó con alivio al sentir que los bebés seguían ahí, pero ese alivio fue fugaz.
—Srta. Lilia —Juan se acercó a su cama con cautela—. Ya hice los arreglos con el hospital del Consejo Unido de Lobos. Podemos marcharnos cuando esté lista.
—¿Marcharnos? —Lilia lo miró confundida—. ¿Para qué?
Noté a Juan ponerse incómodo. —Para la... intervención.
—¿Qué intervención? —su voz se quebró por el pánico—. ¿De qué hablas?
—Su aborto —murmuró Juan—. Es orden del Alfa.
Lilia e palideció por completo. Giró hacia Luciano, quien permanecía de pie junto a la ventana, dándole la espalda.
—No —susurró—. No puedes. ¡Son tus bebés!
—No significan nada para mí —la voz de Luciano era fría—. Igual que tú.
Lilia intentó incorporarse, pero se le debilitaron las piernas. —¡Por favor, Luciano. No lo hagas!
Cayó de rodillas, arrastrándose hacia él. —Haré lo que sea. Abandonaré la manada, los cria