Ya casi era medianoche cuando Aurora terminó de dormir a Leon. Damian estaba sentado en el despacho, mirando los documentos que aún no había tenido tiempo de leer. Cuando Aurora salió del cuarto de Leon, Damian la llamó.
—¿Podemos hablar un momento? —preguntó Damian.
—¿Sobre qué?
—Sobre ti. Hay algo que quiero preguntarte.
Aurora alzó una ceja. —No estoy escondiendo nada.
—Ese es el problema. Antes, cada vez que discutíamos, te enojabas, llorabas. Ahora sonríes y pareces tranquila.
Aurora soltó una risa suave. —¿No significa eso que he madurado?
—No. Significa que estás escondiendo algo.
Aurora lo miró sin parpadear. —Entonces tendrás que descubrirlo tú mismo. Estoy cansada.
Luego se dio la vuelta y caminó, dejando a Damian paralizado. Pero antes de entrar en la habitación, Aurora se giró.
—Ah, y no pienses demasiado. ¡Eso puede hacer que te salgan canas más rápido!
Damian soltó una risa forzada, pero en el fondo, estaba muy preocupado.
Al día siguiente.
En la sede de White Corp, Dami