En un club exclusivo para hombres lobo, Aurora estaba sentada en un sofá de cuero negro, con las piernas elegantemente cruzadas y una copa de vino en su mano izquierda. Su mirada fría estaba fija en Sebastian Knight, que se deslizaba en el sofá de enfrente, flanqueado por dos mujeres lobo con vestidos ajustados. Las risas suaves de ellas sonaban falsas, mientras sus dedos largos acariciaban el pecho de Sebastian, parcialmente desabotonado.
Sebastian, aún con su camisa blanca ahora arrugada, rodeaba la cintura de ambas mujeres, sus labios alternaban entre los cuellos y hombros de ellas. De vez en cuando levantaba la cabeza para mirar a Aurora con una sonrisa maliciosa, como si esperara una reacción.
Aurora soltó un suspiro leve. Un segundo, dos segundos, fue suficiente para contener su asco. Dejó la copa de vino sobre la mesa, tomó la muñeca de una de las mujeres y la apartó.
—Fuera —dijo Aurora con voz fría.
Las dos mujeres se miraron entre sí. Una intentó volver a abrazar a Sebastian