*—Dominick:
Necesitaba a su omega.
Dominick tiró de su corbata con un gruñido y la lanzó sobre la cama del hotel. Su cuerpo ardía de frustración, de deseo contenido, de esa necesidad visceral que no le daba tregua desde que había dejado a Callum atrás. Dos malditos días, y sentía que estaba perdiendo la cabeza.
Esto del vínculo no era una broma. Era una fuerza viva, pulsante, salvaje. Se aferraba a sus sentidos, los torcía, los arrancaba de la lógica para clavárselos directo al corazón. Le dolía la cabeza. El pecho le pesaba como si le faltara el aire. Tenía los nervios crispados, el cuerpo en tensión constante. No comía. No dormía. Y cuando lograba cerrar los ojos, el calor de su cama vacía lo empujaba de nuevo a la vigilia con una desesperación oscura y húmeda.
Lo peor eran las madrugadas. Se despertaba jadeando, tendiendo una mano a su lado como si Callum aún estuviera allí, como si pudiera aferrarse a su calor antes de que se esfumara, pero solo encontraba sábanas frías. Y ese va