*—Callum:
Avanzó tambaleante hasta el escritorio de Dominick, sintiéndose como si caminara a través del desierto hacia una fuente de agua. Se sentó en la imponente silla ejecutiva y apenas su cuerpo hizo contacto con el cuero, una nube concentrada de feromonas surgió del respaldo, envolviéndolo.
—Ah… Dios —susurró, sintiendo que su cuerpo entero reaccionaba.
Un gemido gutural escapó de su garganta. El olor lo embriagaba. Lo llenaba. Lo sostenía. Era como si, por un instante, su mundo volviera a tener sentido. Su vientre hormigueó. Su piel ardía. Su sexo palpitaba con desesperación, y su entrada comenzó a latir de forma insistente, dejando escapar un néctar denso que empapaba su ropa interior.
Necesitaba más. Mucho más.
Sin dudar, Callum se levantó de golpe, cruzó la oficina y giró el cerrojo de la puerta. No podía arriesgarse a que alguien lo interrumpiera. Esto era entre Dominick y él. Incluso en la distancia.
Regresó al asiento, pero esta vez no se sentó. Se apoyó contra el borde de