*—Callum:
Dominick comenzó a explicarle sus funciones, que no diferían mucho de las que había tenido antes con Philip. Agenda, llamadas, correspondencia, viajes… Callum tomaba nota, aunque no perdía detalle de cada pausa estratégica del alfa, cada cruce de piernas, cada entonación grave que vibraba demasiado cerca de su oído. ¿Lo estaba haciendo a propósito?
Cuando terminó, Dominick se puso de pie una vez más. Su sombra cubrió parte del escritorio mientras se inclinaba apenas y tendía la mano hacia él.
—Una vez más, bienvenido, Callum —dijo, esta vez usando su nombre con una familiaridad peligrosa.
Callum lo miró con cautela, pero al final tomó la mano.
Maldición. Había sido un error, porque esta vez, Callum no pudo detener esos recuerdos.
La piel caliente, la presión firme… el contacto lo estremeció como una descarga. Y entonces vinieron los recuerdos: esas mismas manos envolviéndolo, deslizándose por su torso, rozando sus pezones, bajando…
Su respiración se cortó. El pulso se acele