*—Callum:
Inhaló y exhaló profundamente, repitiendo el mismo procedimiento una y otra vez mientras trataba de calmar los nervios que lo atenazaban.
Desde el encuentro con Camille, Callum se había debatido durante días si ir o no a casa de sus padres y darles la cara. La sola idea lo consumía; se había sentido incómodo, culpable, peor que nunca… hasta que la noche anterior Dominick habló con él, lo tranquilizó y juntos decidieron que era momento de hacerlo.
Ahora estaban allí, frente a la fachada blanca de dos pisos de la casa familiar.
El inmueble, más que un hogar, parecía un monumento a la ostentación: líneas modernas, ventanales de vidrio polarizado, balcones amplios con barandales de acero cromado y un portón eléctrico que brillaba bajo el sol. A los lados del camino de entrada crecían arbustos perfectamente recortados, palmeras importadas y un césped tan pulcro que parecía artificial. La fachada estaba adornada con lámparas de diseño y detalles metálicos que buscaban deslumbrar,