32

*—Callum:

Se detuvo frente a la puerta del señor Delacroix y aspiró profundo, preparándose para otra batalla silenciosa. Se armó de valor, sostuvo el archivo como si cargara un escudo, y golpeó suavemente la puerta. Esperó los diez segundos de siempre y la abrió.

Como de costumbre, la oficina estaba impregnada de las potentes feromonas del alfa. Una mezcla salvaje, elegante y peligrosa, como si el hombre estuviera al borde del descontrol pese a su apariencia serena.

Callum tragó saliva y cerró la puerta tras de sí. Caminó con cautela hasta el escritorio, donde su jefe tenía los ojos clavados en la pantalla del computador, concentrado… o fingiendo estarlo.

—Señor, aquí tengo los documentos del señor Bates y…

No pudo terminar la frase.

Dominick aspiró el aire con fuerza y su cuerpo se tensó de golpe. Se giró hacia él con expresión sombría, los ojos tornándose dorados en un destello alarmante.

—¿¡Qué diablos…!? —rugió, poniéndose de pie.

Callum retrocedió un paso, abrazando el archivo co
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