Subtítulo:
“Cuando el deseo se convierte en reto, nadie queda sin huella.”
La cabaña estaba envuelta en sombras y el aroma a leña quemada se mezclaba con el calor de sus cuerpos. Kael sostenía a Ariadna contra la mesa, respirando con fuerza, cada músculo tenso, cada vena palpitando bajo su piel dorada. Su mirada ardía, y en sus ojos se leía la necesidad de reclamarla por completo.
Ariadna lo miró, con una sonrisa traviesa y una chispa de desafío en la mirada.
—¿Eso es todo lo que tienes, Kael? —dijo, su voz suave pero retadora, acompañada de una risa picara que lo hizo estremecer.
Él la sostuvo con más fuerza, sus manos recorriendo su espalda con urgencia.
—No te atrevas… —gruñó, pero su voz estaba cargada de deseo, y cada palabra se desvanecía en un beso salvaje que le arrancó un gemido.
Ariadna lo empujó ligeramente, solo lo suficiente para mirarlo directamente.
—Vamos, alfa… muéstrame qué tanto me deseas —susurró, mordiendo suavemente su labio inferior.
Kael se inclinó sobre ella,