Por las noches, el castigo de los reos. Y los guardia, eran implacables.
—¿Así que tú eres el abusador? —le dijo una noche, mientras lo sacaba de la celda para una supuesta "revisión"
Sin previo aviso, lo golpeó en el abdomen con la porra, dejándolo sin aire. Y haciendo que todos en el lugar se enteren del porque estaba ahí detenido.
—Aquí no hay abogados que te salven. —dijo dando el segundo golpe que hizo que Claudio se doblara del dolor, pero no dijo una palabra. En silencio, volvió a su celda con la respiración agitada y las manos temblorosas.
Cada día era una prueba, cada mirada una amenaza. Y, aunque la desesperación crecía, también sentía que, en ese lugar oscuro, estaba pagando un precio que lo acercaba a la expiación que buscaba.
Los días se fundían unos con otros. No había amaneceres para Claudio, solo el cambio de una penumbra a otra. La humedad del pabellón se metía en sus huesos y la delgada manta que le habían dado no servía para nada. Su piel comenzaba a agrietarse, y l