Alejandra cerró los ojos pidiéndole a la diosa luna que le diera el poder para sanar la irreparable pierna de la luna del Alfa que tanto le había ayudado. Gracias a él sus cachorros y ella estaban vivos.
Mientras la luna tenía sus suaves manos sobre la pierna, está se regeneraba poco a poco, cada arteria, cada tendón, el hueso mismo, todo se estaba reparando y volviendo a su sitio. Era milagroso de lo que era capaz una sanadora enviada por la mismisima y poderosa diosa luna, un arma invaluable para la manada a la que perteneciera.
Una luz plateada emanaba del cuerpo de Alejandra y pasaba a la pierna dañada, increíblemente cuando Ale abrió los ojos, ya no había herida, no había sangre, y la pierna estaba intacta en su lugar.
— ¡Oh... por la diosa... lo hice, lo logré, ella... ella está bien de nuevo! — La luna salió del quirófano, ella por unos momentos no podía hablar, en verdad quería pero no podía.
— Alejandra, ¿Qué pasó? ¿Te encuentras bien? Estás muy pálida. — El Alfa