La enfermera Sofía no sabía a ciencia cierta como podrían vivir en el mundo de los humanos, no traían nada consigo, ni joyas, ni dinero, nada valioso que las ayudara. Pero confiarían en qué la diosa luna las ayudaría.
A media mañana, la loba Carmina llegaba al hospital, ella vestía elegante. Caminaba con una altivez que te hacía pensar que era la luna de la manada, pero no era más que la amante del rey.
— Buenos días, quiero visitar a la loba que rescataron fuera del territorio, he traído algo de fruta para ella. — Dijo Carmina en la recepción.
— Por supuesto, ella está en la habitación ochocientos veinticuatro — La amable loba le dió las indicaciones.
La puerta de la habitación se escuchó, Alejandra recién se acababa de duchar con la ayuda de la enfermera Sofía, ella estaba en la cama por insistencia del doctor.
— Sofía por favor revisa quién está tocando.
La enfermera abrió la puerta, entonces apareció la sensual figura.
— Buenos días, soy Carmina Llanos, me enter