Los refuerzos han llegado, la pelea comenzó.
El italiano ya tenía más gente armada cuidando la villa, no podía dejar de observar como sus poderosos socios con esa aura asesina e imponente, trataban de confortar a los niños a los que llamaban cachorros. El mafioso suponía que así les decían de cariño.
El Alfa llevó a sus hijos a la cama, los consoló y pidió que fueran buenos y se durmieran, que el traería a su madre de vuelta.
Los hermanos Salvatore y el Alfa Romano, cambiaron sus finos trajes por ropa más cómoda, notas de piel pantalón y camisas italianas.
— Leonardo, ¿Has tenido noticias Damiano? Estoy que no puedo con esta angustia, mi Angya, su embarazo tan avanzado, te juro que si algo le pasa yo me voy a volver loco. — Angelino estaba casi por perder el control.
— ¿Cómo crees que estoy yo? ¡Se llevaron a la madre de mis cachorros, los cuales no dejan de llorar por Alejandra, ella tiene una cachorra mía en el vientre, y es mi gran amor, pero juro que cuando les pueda poner las garras encima a esos malditos bastar