En el balcón de la Mansión Winter, Alaric Winter observaba la ciudad. El eco de la humillación de Destiny en el pasillo aún resonaba en sus oídos. La habitación se sentía vacía sin ella. Alaric se sintió culpable, frustrado y, por primera vez, tenía miedo.
Entonces, una llamada interrumpió sus pensamientos. El nombre en la pantalla le hizo sonreír. Era su mejor amigo, Orion.
—¿Sigues actuando como un estudiante? —preguntó Alaric con un tono divertido, pero reprochando a su amigo por su locura.
—Imaginé que sería la mejor manera. Estoy haciendo mi segundo doctorado en administración, soy un hombre ejemplar —respondió Orion con ironía.
Alaric negó con la cabeza, sin que su amigo lo viera. Admiraba la dedicación de Orion, su lealtad, algo que él mismo había sacrificado para proteger a Destiny.
—Dime que ha valido la pena… —La voz de Alaric se tornó, sería, el peso de su propia vida se sentía en sus palabras.
El silencio de su amigo lo inquietó. Meses atrás, Orion le había revelado que había encontrado a su hermana, una niña que había sido robada de los brazos de su madre.
—Hoy la vi, de hecho, hablamos un poco. Estoy casi seguro de que es ella, no sé cómo decirlo, yo… —La voz de Orion se quebró de emoción y duda.
—No te dejes llevar. Sé que lo deseas, pero no te ilusiones —Alaric le aconsejó con cautela, sin saber que hablaba de su propia esposa.
—Lo sé, y lo intento, pero lo juro, es ella, no hay duda alguna. Cuando lo confirme, quiero que seas el primero en verla, y que la trates como a una hermanita… porque eso será, tu nueva hermana —la voz soñadora de Orion resonó en la línea. Alaric nunca tuvo hermanos.
Lo más cercano a un hermano había sido su amigo. También Triana, a quien como un cobarde usaba como un escudo, manteniéndola en una mentira que no sabía cómo desmantelar. ¿Cómo decirle que jamás la había amado?
Había sido criado con su primo, pero siempre hubo una gran diferencia entre ellos, después de todo, su primo, a sus ojos, no había sido más que pretencioso y molesto, por ello jamás hubo ningún tipo de cariño
—Estás demasiado ilusionado… —No lo hagas, Rick. Yo confío en que las cosas saldrán bien. Tener fe de vez en cuando no es malo, amigo.
Alaric mostró una pequeña sonrisa, observó la habitación vacía y una ira fría y amarga lo invadió.
¿Cómo podía exigir que se quedara? Su frialdad, su aparente desinterés, había sido una barrera que él mismo había construido para protegerla.
Un sacrificio para mantenerla a salvo de su padre, un hombre que, enloquecido por una obsesión repulsiva, había llevado a su madre a la locura.
Destiny era un problema para sus planes, una debilidad que él no podía permitirse.
—Si necesitas ayuda, solo debes decírmelo, con gusto… —Alaric se contuvo. ¿Podría ofrecer ayuda? Su vida era un total caos.
—Lo sé, Rick, sé que cuento contigo, siempre lo he hecho y sabes que tú lo haces conmigo. Después de todo, soy tu único amigo, el único que puede soportar ese genio que te cargas y la terrible persona que eres. Lo que haces con Triana es…
—¡Basta! —Alaric lo detuvo, un grito ahogado que solo él escuchó. Se sentía como si su amigo le estuviera leyendo la mente, gritándole las verdades que él mismo se negaba a admitir.
Una risa divertida se escuchó en la línea. Orion lo conocía demasiado bien. Por eso, a pesar de saber la cruel realidad, decidió echar un poco más de sal a la herida de su amigo.
—¿Dime? ¿Ahora estás con ella? ¿Por qué me respondes? ¿Qué no deberías aprovechar el tiempo perdido? —Orion continuó, sarcástico.
—Debo colgar, mañana debo trabajar —Alaric finalizó la llamada, ignorando a Orion.
Observó la cama fría y vacía. Una punzada en su pecho, una sensación familiar que había ignorado por cinco años. Se recostó, la soledad lo invadió.
El olor de ella, un perfume sutil a vainilla, aún estaba en las sábanas. Sin percatarse, sus ojos se cerraron y entró en un sueño profundo, como jamás había sucedido.
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Un nuevo día…
Para Destiny, era solo un eco amargo de la noche anterior.
En su mente, aún resonaban los recuerdos del desprecio de la tía de Alaric, el "sirvienta" de Triana y la misteriosa sonrisa de Orion Blaine.
Aún podía sentir la calidez de la puerta del dormitorio abriéndose con su llave, una sensación que la hacía sonreír a pesar de todo.
No supo en qué momento habían llegado al aula de Economía Avanzada. Sierra ya estaba sumergida en los chismorreos del momento y ella demasiado absorta para prestarle atención.
—Dicen que es brillante y muy guapo —susurró Sierra, con brillo en los ojos. Destiny solo asintió, con la mente en blanco, ignorando lo que su amiga contaba con emoción.
La puerta del aula se abrió. Un hombre alto, con porte majestuoso, cabello rubio como el sol de verano y ojos azules tan profundos como el océano, entró en el aula. Su traje, a medida, impecable y caro, gritaba "poder" y "fortuna". Escribió su nombre en la pizarra con una caligrafía elegante y firme:
"Profesor Alaric Winter"
El mundo de Destiny colapsó. Su corazón latía como un tambor de guerra. Alaric, era su profesor. Se encogió en su asiento, deseando ser invisible, que la tierra la tragara y la escupiera lo más lejos posible.
¿Qué hacía allí su esposo?