—¿Cómo lo hice, mami? —la voz de Cosette se escuchó, llena de emoción, con deseos irrefutables de los halagos de su madre.
Rachel la tomó en sus brazos y la besó en el rostro con un amor desbordante. Su hija, sin duda, era una niña muy inteligente y tenía toda la astucia de los Blaine.
—Lo hiciste maravilloso, todo lo que te hemos enseñado ha dado grandes frutos, bebé…
La risa entusiasta de Cosette hizo que el corazón de Rachel, que había estado temblando de terror, lograra tranquilizarse un poco.
Mientras Sierra, dando un fuerte suspiro de alivio, observaba a madre e hija interactuar como si nada ocurriera.
Fue así, al menos, hasta que Cosette indicó que iría por unas galletas a la cocina con su nana.
Justo en el momento en que Cosette abandonó el salón principal de la mansión Blaine, Rachel cayó al suelo. Sierra pudo notar cómo su amiga se había estado conteniendo de manera aterradora.
—Tiny… —Rachel observó a Sierra, su mirada se suavizó un poco ante el apodo.
Lo cierto era que con