Los ojos de Rachel se abrieron de golpe, completamente paralizada.
El terror la recorrió por completo, y observó a Alaric con una expresión llena de arrepentimiento.
Para Alaric, la prioridad era evitar un desenlace catastrófico.
Colgó la llamada con Vania Rider y, sin dilación, marcó el número de Misac, el encargado del seguimiento de Triana Ayesa.
—¿Y si fue mi culpa? Si yo soy… —Cálmate, no importa lo que haya ocurrido o esté a punto de suceder, yo me encargaré —tranquilizó Alaric, y sin mediar más diálogo con Rachel, presionó otro botón en el teléfono, comunicándose con Misac—. Necesito que verifiques la señal del GPS que le dimos a Triana. Dime si el dispositivo se ha movido o ha sido transferido, y si corresponde a un recorrido que ella haría. ¡Ahora!
El silencio de la línea, mientras Misac trabajaba, fue una eternidad llena de la respiración agitada de Rachel.
—Fui tan estúpida —volvió a murmurar Rachel, el rostro bañado en lágrimas, mientras miraba hacia donde habían retirado