El silencio envolvía la habitación como una manta pesada.Katerina estaba acostada de lado, con los ojos cerrados con fuerza, tratando de regular su respiración para fingir que dormía. Pero su cuerpo estaba tenso, demasiado consciente del sonido de la puerta abriéndose.Él había llegado.Podía escuchar sus pasos firmes cruzando la habitación, moviéndose con la seguridad que solo Aaron Morgan poseía.No se atrevió a moverse.No se atrevió a abrir los ojos.Sabía que si lo hacía, si lo miraba, su mente la traicionaría y le recordaría con demasiado detalle el beso que compartieron.Un beso que nunca debió suceder.Sintió el sonido sutil de la tela rozando el sofá, indicándole que Aaron había dejado algo allí.Y entonces, su voz.—Si vas a fingir estar dormida, al menos respira con normalidad.El tono de burla en su voz le produjo un escalofrío que recorrió su espalda entera.Katerina se aferró a las sábanas con más fuerza, negándose a abrir los ojos.Si lo ignoraba, quizás él perdería el
El beso se volvía más intenso, más urgente.Aaron la sostenía con firmeza, su mano en la cintura de Katerina apretándola contra su cuerpo con una necesidad que ni él mismo entendía.Katerina, atrapada en el fuego de aquel momento, se aferraba a su camisa, sus dedos crispados sobre la tela, como si temiera que él se alejara.Pero entonces…El sonido estridente de un teléfono rompió la burbuja en la que estaban atrapados.Aaron frunció el ceño contra sus labios, ignorando la llamada al principio.Pero el insistente timbre volvió a sonar, exigiendo su atención.Con una exhalación frustrada, Aaron se separó lentamente, aún con su mano en la cintura de Katerina, como si le costara dejarla ir.Los labios de Katerina estaban hinchados y su respiración entrecortada.La intensidad de lo que acababa de suceder la dejó aturdida, con la mente nublada.Aaron sacó su teléfono y miró la pantalla.El nombre Anya apareció iluminado.Sus ojos verdes se endurecieron por un segundo antes de contestar.—¿
El reloj marcaba la medianoche cuando Aaron finalmente cruzó las puertas de la Mansión Morgan.El silencio reinaba en la enorme residencia.Avanzó con pasos firmes por los pasillos oscuros, dirigiéndose a su habitación con el ceño fruncido. La conversación con Anya aún rondaba en su mente, molestándolo más de lo que debería.Cuando abrió la puerta de su habitación, sus ojos la encontraron.Katerina dormía profundamente en la enorme cama, su respiración tranquila y pausada. Su cabello estaba esparcido sobre la almohada, enmarcando su rostro de porcelana.Aaron se quedó en la entrada, observándola con el rostro inmutable.Esa mujer tenía una facilidad absurda para alterarlo, y vaya que lo ha logrado en menos de 7 días.Había intentado ignorarla, mantener la distancia, pero ella lograba desestabilizarlo con cada uno de sus gestos y palabras y desafíos, esto debía ser nada más una compra sin consecuencias.Y lo peor era que ni siquiera lo hacía a propósito.Sin más, avanzó hacia el sofá d
El suave resplandor del sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación con un cálido tono dorado.Katerina pestañeó lentamente, sintiendo el peso del sueño aún sobre su cuerpo.Pero entonces, los recuerdos la golpearon con fuerza.Su respiración se entrecortó y su cuerpo se tensó al recordar cada momento de la noche anterior.Los labios de Aaron susurrando su nombre contra su piel, el roce de sus manos, la intensidad con la que la había mirado, como si ella fuera lo único que existía en su mundo.Su pecho subía y bajaba con rapidez.Con un movimiento casi desesperado, giró la cabeza hacia el otro lado de la cama.Vacía.Un extraño alivio la invadió al ver que Aaron ya no estaba allí.No dejó ninguna señal de su presencia, ni siquiera el aroma de su loción impregnaba las sábanas.Era como si nada hubiera pasado.Se incorporó lentamente, llevando una mano a su frente.—Esto no debió ocurrir… —susurró con voz baja.Sintió un peso en el pecho al pronunciar esas palabra
Katerina entró en la habitación con el ceño fruncido, buscando su libro que había dejado sobre la mesita de noche, después de la visita inesperada y poco cómoda de Anya, ella había optado por leer un libro, Aaron había vuelto a su Empresa y ella creía que seguía allí. Katerina no se había percatado del sonido del agua corriendo en el baño hasta que un leve movimiento captó su atención. La puerta del baño estaba entreabierta, y el vapor escapaba lentamente, envolviendo la habitación en una ligera neblina cálida.Su corazón dio un brinco cuando escuchó el sonido de una puerta deslizándose. Antes de que pudiera reaccionar, Aaron salió del baño, secándose el cabello con una toalla, con solo una prenda atada de forma descuidada a su cintura. Katerina sintió que el aire le faltaba y sus ojos, traicioneros, recorrieron la silueta masculina de Aaron, aún perlada por gotas de agua que resbalaban lentamente por su piel.—¿Te gusta lo que ves? —La voz de Aaron la sacó de su parálisis momentánea.
La noche envolvía la mansión Morgan con un manto de silencio. En la habitación principal, el ambiente estaba cargado de una tensión contenida, una mezcla de emociones que ninguno de los dos se atrevía a nombrar. Katerina se encontraba junto a la ventana, su silueta apenas iluminada por la tenue luz de la luna que se filtraba entre las cortinas. No quería mirarlo, pero su cuerpo reaccionaba de manera distinta a lo que su mente le ordenaba.Aaron, por su parte, permanecía de pie, observándola con una expresión inescrutable. Algo dentro de él se removía cada vez que sus ojos la recorrían, pero no era un hombre que se dejara llevar por impulsos sin lógica. Sin embargo, cuando Katerina finalmente giró el rostro y sus miradas se encontraron, ambos supieron que el muro de contención que habían construido se desmoronaría esa noche.El aire se volvió denso, cada paso que daban el uno hacia el otro parecía dictado por algo más allá de su control. La cercanía se hizo insoportable y, en un instan
Katerina aún sentía el ardor de la herida en su brazo cuando Aaron la llevó de regreso a la mansión. Había insistido en que los médicos revisaran cada mínimo detalle, y aunque la herida no era profunda, el rostro endurecido de Aaron dejaba en claro que no iba a dejar pasar lo ocurrido. No mencionó el nombre de Anya en todo el trayecto, pero Katerina podía sentir la furia contenida en cada una de sus acciones.El silencio entre ellos se prolongó hasta el día siguiente. Katerina decidió aprovechar la autorización que Aaron le había dado para salir y distraerse un poco. No quería admitirlo, pero su mente no dejaba de divagar en los últimos acontecimientos, en cómo Aaron había aparecido en el sanatorio en menos de una hora, en la forma en que la había sostenido entre sus brazos con una preocupación real en su mirada.Junto con sus guardaespaldas, Katerina visitó una de las boutiques más exclusivas del centro de la ciudad. Caminaba por los pasillos llenos de elegancia cuando escuchó una vo
Aaron había pasado la noche revisando algunos informes de su empresa cuando una idea cruzó su mente. Desde que Katerina había llegado a su vida, no solo había traído caos y emociones inesperadas, sino también una energía que, si se enfocaba correctamente, podría ser de gran utilidad. Él ya sabía que Katerina no era una mujer cualquiera; su porte y actitud lo demostraban. Decidió que era momento de averiguar más sobre su esposa.A la mañana siguiente, mientras desayunaban, Aaron dejó el tenedor en su plato y la miró con esa intensidad que a Katerina le costaba soportar sin apartar la vista.—Quiero que trabajes para mí —soltó sin rodeos.Katerina parpadeó, sorprendida. No esperaba aquella propuesta.—¿Trabajar para ti? —repitió, dejando la taza de café en la mesa. —¿Por qué querría hacerlo?Aaron apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó las manos.—Porque quiero conocer de lo que eres capaz. Y porque creo que desperdiciarías tu potencial quedándote aquí sin hacer nada.Katerina frunci