Katerina se quedó inmóvil, con el cuerpo tembloroso, mientras las palabras de Aaron aún resonaban en su mente.—No voy a llevarte a Rusia.El aire en la habitación se sentía sofocante.Pero ella no podía aceptar ese destino.No cuando su padre acababa de morir.No cuando sentía que lo único que le quedaba de su vida anterior estaba siendo arrancado de su ser.—No puedes hacerme esto —dijo con la voz temblorosa—. Tengo que ir a Rusia, Aaron. Es mi derecho. Por favor, despedirme de mi padre.Aaron la observó en completo silencio.Su expresión era gélida, impenetrable. Sus facciones masculinas estaban totalmente endurecidas.—No tienes derecho a nada.Katerina abrió los ojos con sorpresa y dolor.—¿Qué… qué estás diciendo?Aaron dio un paso hacia ella, su imponente presencia haciéndola sentir aún más pequeña.—Tu vida ya no está en Rusia, Katerina. Sergei te vendió a mí.Su voz fue tajante, sin espacio para dudas.Katerina retrocedió un paso, sintiendo cómo el aire le faltaba.—Eso no es
La noche se extendía silenciosa sobre la mansión.El reloj en la pared marcaba las tres de la madrugada.El aire era denso, sofocante, como si la casa misma presionara contra su pecho.Katerina abrió los ojos lentamente.Había dormido mal.La conversación con Aaron aún retumbaba en su cabeza.Sus palabras seguían clavadas en su pecho como espinas venenosas."Tu vida ya no está en Rusia.""Tu padre te vendió.""No tienes derecho a exigir nada."Rabia. Dolor. Desesperación.Su corazón latía con fuerza.Se sentó en la cama, sintiendo que la respiración le fallaba.No podía seguir aquí.No quería.No iba a quedarse un minuto más.Se puso de pie, su mente decidida.Si Aaron se negaba a llevarla a Rusia, lo haría sola.Se movió con cautela, mirando la figura inmóvil de Aaron.Él dormía profundamente.Su respiración era pausada, serena, como si no cargara con el peso de sus pecados.Katerina sintió una punzada de resentimiento.Él dormía tranquilo mientras ella se ahogaba en desesperación.D
El viento helado de Rusia golpeó a Katerina en cuanto bajó del jet privado.El suelo cubierto por una fina capa de nieve crujió bajo sus zapatos.Estaba en casa.Pero nada se sentía como antes.La fría realidad la golpeó con la fuerza de un tren en marcha.Su padre estaba muerto.Él, quien alguna vez fue su única familia, había dejado de existir.Un dolor indescriptible se apoderó de su pecho, cerrándole la garganta.Los recuerdos la golpearon sin piedad.Las noches en las que Sergei la abrazaba cuando tenía miedo.Los días en los que, a pesar de todo, su padre aún sonreía.Katerina no pudo contenerlo más.Se derrumbó.Cayó de rodillas sobre la nieve.Un grito desgarrador escapó de sus labios.—¡Papá!Su cuerpo temblaba violentamente.Las lágrimas cayeron sin control, empapando su rostro pálido.No importaba lo que Sergei hubiera hecho.No importaba que la vendiera.Seguía siendo su padre.Y ahora se había ido.Para siempre..Desde la distancia, Aaron la observaba.Su expresión era in
La atmósfera dentro de la lujosa suite del hotel estaba cargada de tensión. La discusión entre Aaron y Katerina había comenzado con palabras frías, pero poco a poco fue escalando hasta convertirse en una tormenta de emociones que ninguno de los dos parecía poder controlar.—¡Deja de actuar como si fueras mi salvador! —gritó Katerina, su rostro enrojecido por la rabia—. No hiciste esto por mí, lo hiciste por ti mismo. ¡Solo querías asegurarte de que tu negocio siguiera en pie!Aaron, que hasta ese momento había estado conteniendo su furia, dejó escapar una risa incrédula y oscura. Sus ojos verdes centellearon con peligro mientras avanzaba un paso hacia ella.—¿Negocios? —su voz era baja, pero afilada como una navaja—. Si solo fueran negocios, Katerina, te habría dejado con Khanna sin pensarlo dos veces.Ella se estremeció al escuchar ese nombre.—No…—Sí —Aaron la miró con dureza—. ¿Quieres que te vuelva a repetir la verdad? Si yo no hubiera intervenido, en este preciso momento estaría
El silencio envolvía la habitación como una manta pesada.Katerina estaba acostada de lado, con los ojos cerrados con fuerza, tratando de regular su respiración para fingir que dormía. Pero su cuerpo estaba tenso, demasiado consciente del sonido de la puerta abriéndose.Él había llegado.Podía escuchar sus pasos firmes cruzando la habitación, moviéndose con la seguridad que solo Aaron Morgan poseía.No se atrevió a moverse.No se atrevió a abrir los ojos.Sabía que si lo hacía, si lo miraba, su mente la traicionaría y le recordaría con demasiado detalle el beso que compartieron.Un beso que nunca debió suceder.Sintió el sonido sutil de la tela rozando el sofá, indicándole que Aaron había dejado algo allí.Y entonces, su voz.—Si vas a fingir estar dormida, al menos respira con normalidad.El tono de burla en su voz le produjo un escalofrío que recorrió su espalda entera.Katerina se aferró a las sábanas con más fuerza, negándose a abrir los ojos.Si lo ignoraba, quizás él perdería el
El beso se volvía más intenso, más urgente.Aaron la sostenía con firmeza, su mano en la cintura de Katerina apretándola contra su cuerpo con una necesidad que ni él mismo entendía.Katerina, atrapada en el fuego de aquel momento, se aferraba a su camisa, sus dedos crispados sobre la tela, como si temiera que él se alejara.Pero entonces…El sonido estridente de un teléfono rompió la burbuja en la que estaban atrapados.Aaron frunció el ceño contra sus labios, ignorando la llamada al principio.Pero el insistente timbre volvió a sonar, exigiendo su atención.Con una exhalación frustrada, Aaron se separó lentamente, aún con su mano en la cintura de Katerina, como si le costara dejarla ir.Los labios de Katerina estaban hinchados y su respiración entrecortada.La intensidad de lo que acababa de suceder la dejó aturdida, con la mente nublada.Aaron sacó su teléfono y miró la pantalla.El nombre Anya apareció iluminado.Sus ojos verdes se endurecieron por un segundo antes de contestar.—¿
El reloj marcaba la medianoche cuando Aaron finalmente cruzó las puertas de la Mansión Morgan.El silencio reinaba en la enorme residencia.Avanzó con pasos firmes por los pasillos oscuros, dirigiéndose a su habitación con el ceño fruncido. La conversación con Anya aún rondaba en su mente, molestándolo más de lo que debería.Cuando abrió la puerta de su habitación, sus ojos la encontraron.Katerina dormía profundamente en la enorme cama, su respiración tranquila y pausada. Su cabello estaba esparcido sobre la almohada, enmarcando su rostro de porcelana.Aaron se quedó en la entrada, observándola con el rostro inmutable.Esa mujer tenía una facilidad absurda para alterarlo, y vaya que lo ha logrado en menos de 7 días.Había intentado ignorarla, mantener la distancia, pero ella lograba desestabilizarlo con cada uno de sus gestos y palabras y desafíos, esto debía ser nada más una compra sin consecuencias.Y lo peor era que ni siquiera lo hacía a propósito.Sin más, avanzó hacia el sofá d
El suave resplandor del sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación con un cálido tono dorado.Katerina pestañeó lentamente, sintiendo el peso del sueño aún sobre su cuerpo.Pero entonces, los recuerdos la golpearon con fuerza.Su respiración se entrecortó y su cuerpo se tensó al recordar cada momento de la noche anterior.Los labios de Aaron susurrando su nombre contra su piel, el roce de sus manos, la intensidad con la que la había mirado, como si ella fuera lo único que existía en su mundo.Su pecho subía y bajaba con rapidez.Con un movimiento casi desesperado, giró la cabeza hacia el otro lado de la cama.Vacía.Un extraño alivio la invadió al ver que Aaron ya no estaba allí.No dejó ninguna señal de su presencia, ni siquiera el aroma de su loción impregnaba las sábanas.Era como si nada hubiera pasado.Se incorporó lentamente, llevando una mano a su frente.—Esto no debió ocurrir… —susurró con voz baja.Sintió un peso en el pecho al pronunciar esas palabra