Katerina entró en la habitación con el ceño fruncido, buscando su libro que había dejado sobre la mesita de noche, después de la visita inesperada y poco cómoda de Anya, ella había optado por leer un libro, Aaron había vuelto a su Empresa y ella creía que seguía allí. Katerina no se había percatado del sonido del agua corriendo en el baño hasta que un leve movimiento captó su atención. La puerta del baño estaba entreabierta, y el vapor escapaba lentamente, envolviendo la habitación en una ligera neblina cálida.Su corazón dio un brinco cuando escuchó el sonido de una puerta deslizándose. Antes de que pudiera reaccionar, Aaron salió del baño, secándose el cabello con una toalla, con solo una prenda atada de forma descuidada a su cintura. Katerina sintió que el aire le faltaba y sus ojos, traicioneros, recorrieron la silueta masculina de Aaron, aún perlada por gotas de agua que resbalaban lentamente por su piel.—¿Te gusta lo que ves? —La voz de Aaron la sacó de su parálisis momentánea.
La noche envolvía la mansión Morgan con un manto de silencio. En la habitación principal, el ambiente estaba cargado de una tensión contenida, una mezcla de emociones que ninguno de los dos se atrevía a nombrar. Katerina se encontraba junto a la ventana, su silueta apenas iluminada por la tenue luz de la luna que se filtraba entre las cortinas. No quería mirarlo, pero su cuerpo reaccionaba de manera distinta a lo que su mente le ordenaba.Aaron, por su parte, permanecía de pie, observándola con una expresión inescrutable. Algo dentro de él se removía cada vez que sus ojos la recorrían, pero no era un hombre que se dejara llevar por impulsos sin lógica. Sin embargo, cuando Katerina finalmente giró el rostro y sus miradas se encontraron, ambos supieron que el muro de contención que habían construido se desmoronaría esa noche.El aire se volvió denso, cada paso que daban el uno hacia el otro parecía dictado por algo más allá de su control. La cercanía se hizo insoportable y, en un instan
Katerina aún sentía el ardor de la herida en su brazo cuando Aaron la llevó de regreso a la mansión. Había insistido en que los médicos revisaran cada mínimo detalle, y aunque la herida no era profunda, el rostro endurecido de Aaron dejaba en claro que no iba a dejar pasar lo ocurrido. No mencionó el nombre de Anya en todo el trayecto, pero Katerina podía sentir la furia contenida en cada una de sus acciones.El silencio entre ellos se prolongó hasta el día siguiente. Katerina decidió aprovechar la autorización que Aaron le había dado para salir y distraerse un poco. No quería admitirlo, pero su mente no dejaba de divagar en los últimos acontecimientos, en cómo Aaron había aparecido en el sanatorio en menos de una hora, en la forma en que la había sostenido entre sus brazos con una preocupación real en su mirada.Junto con sus guardaespaldas, Katerina visitó una de las boutiques más exclusivas del centro de la ciudad. Caminaba por los pasillos llenos de elegancia cuando escuchó una vo
Aaron había pasado la noche revisando algunos informes de su empresa cuando una idea cruzó su mente. Desde que Katerina había llegado a su vida, no solo había traído caos y emociones inesperadas, sino también una energía que, si se enfocaba correctamente, podría ser de gran utilidad. Él ya sabía que Katerina no era una mujer cualquiera; su porte y actitud lo demostraban. Decidió que era momento de averiguar más sobre su esposa.A la mañana siguiente, mientras desayunaban, Aaron dejó el tenedor en su plato y la miró con esa intensidad que a Katerina le costaba soportar sin apartar la vista.—Quiero que trabajes para mí —soltó sin rodeos.Katerina parpadeó, sorprendida. No esperaba aquella propuesta.—¿Trabajar para ti? —repitió, dejando la taza de café en la mesa. —¿Por qué querría hacerlo?Aaron apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó las manos.—Porque quiero conocer de lo que eres capaz. Y porque creo que desperdiciarías tu potencial quedándote aquí sin hacer nada.Katerina frunci
El aire dentro de la empresa se sentía pesado, aunque todo parecía transcurrir con normalidad. Katerina revisaba documentos en su oficina cuando la puerta se abrió inesperadamente. Uno de los guardias de seguridad se asomó con una expresión de incertidumbre en el rostro.—Señora Morgan, hay alguien aquí para verla —anunció con voz firme pero vacilante.Katerina frunció el ceño, dejando los documentos a un lado. No esperaba visitas. Antes de que pudiera preguntar quién era, el guardia se apartó y una mujer de cabello oscuro y ojos claros, con un porte elegante pero cansado, entró en la oficina. La reconoció de inmediato sin haberla visto nunca antes. Era como mirarse en un espejo que reflejaba un futuro que nunca imaginó.—Katerina... —susurró la mujer, con un temblor en la voz.Katerina se puso de pie de inmediato, el corazón latiéndole con fuerza. No entendía por qué, pero una sensación de angustia se apoderó de su pecho.—¿Quién es usted? —preguntó con frialdad, aunque la respuesta
La noche había caído sobre la Mansión Morgan, envolviendo el lugar en un profundo silencio interrumpido solo por el ocasional crujir de la madera y el murmullo del viento contra las ventanas. Aaron se encontraba en su despacho, revisando documentos y sumido en sus pensamientos. La repentina aparición de la madre de Katerina no dejaba de darle vueltas en la cabeza. Algo no encajaba en aquella historia, y él no era alguien que confiara fácilmente, para Aaron Morgan le resultaba muy difícil confiar en sucesos de esta magnitud hasta no tener la certeza de los actos.Por otro lado, Katerina estaba en su habitación, sentada en el sofá con las piernas recogidas contra su pecho. Las palabras de aquella mujer aún resonaban en su mente como un eco persistente. Su vida había estado llena de secretos, pero jamás imaginó que su propio origen fuera otro enigma por resolver. ¿Su madre realmente la había abandonado o Sergei se había encargado de borrar su existencia? La incertidumbre se filtraba en s
El día en la empresa transcurría con su ritmo habitual. Katerina se encontraba en su oficina, revisando documentos con meticulosidad. Su capacidad analítica era impecable, y poco a poco, se había ganado el respeto de los demás ejecutivos. Sin embargo, al llegar a un contrato de gran importancia, notó que faltaba la firma de Aaron.Suspiró y se puso de pie, tomando la carpeta con firmeza. No le gustaba interrumpir a su esposo, pero aquel documento era urgente. Con decisión, salió de su oficina y se dirigió al despacho de Aaron.Al abrir la puerta, la escena que encontró la tomó por sorpresa.Anya estaba allí.La mujer, de vestido ajustado y postura elegante, se encontraba de pie junto al escritorio de Aaron, observando unos papeles con aparente indiferencia. Cuando Katerina entró, levantó la vista con una sonrisa que no ocultaba su tono burlón.—Vaya, vaya… —murmuró Anya, cruzándose de brazos—. La gran señora Morgan en persona.Katerina mantuvo su expresión serena, aunque su cuerpo se
Aaron esperó hasta la hora del almuerzo antes de acercarse a la oficina de Katerina. Se había tomado su tiempo en decidirlo, pero después de lo que había ocurrido con Anya, sentía la necesidad de fortalecer su vínculo con su esposa. Katerina no era una mujer frágil, pero él quería asegurarse de que, al menos, supiera que no estaba sola en esta nueva vida que compartían.Al llegar, la encontró revisando unos documentos, completamente concentrada. Se detuvo en la puerta por un momento, observándola. Había algo en la forma en que su ceño se fruncía levemente cuando analizaba algo con atención, la manera en que su mano jugueteaba inconscientemente con el borde de las hojas. Era detallista, meticulosa y entregada a su trabajo, cualidades que admiraba en cualquier persona, pero que en ella despertaban algo más.Tocó la puerta suavemente, llamando su atención.—Es hora del almuerzo —dijo, inclinándose contra el marco de la puerta.Katerina levantó la vista y parpadeó, como si apenas se diera