Capítulo 48 «Hablar»

Sofía lo encontró unos metros más adelante, recostado contra la pared de un edificio. El humo del cigarrillo escapaba de entre sus dedos y se mezclaba con su respiración agitada. Cuando la vio llegar empujando el cochecito, su expresión se endureció. Sin decir una palabra, apagó el cigarro contra el muro y la miró fijamente.

—¿Con qué derecho crees que puedes meterte en mis asuntos? —dijo de repente, antes de que ella terminara de llegar en su dirección. Sus palabras eran frías, cargadas con un resentimiento o dolor.

—No son solo tus asuntos, Sebastián. Si tienen que ver contigo, también tienen que ver conmigo. Solo quería…

—¿Ah, sí? —soltó con ironía, alzando un poco la voz—. ¿Quién te dio esa autoridad? ¿Quién te pidió que trajeras a esa gente?

—Quería ayudarte —replicó ella, casi suplicante—. No entiendes, ellos no venían a hacerte daño, estaban tan desesperados por encontrarte y…

—Siempre igual, Sofía. Durante todo este tiempo que nos conocemos no has cambiado —Sebastián soltó una
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