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4. En los brazos de la Bestia. Sin escape

Adormilada, Scarlett se remueve de la superficie en donde está. Sus ojos entrecerrados ven la luz del día traspasar por las mismas ventanas de la sala de Mary. Se levanta, con un fuerte dolor de cabeza. El primer recuerdo viene a su mente y se lleva las manos al vientre. 

Lágrimas de sus sufrimientos golpean sus mejillas, temerosa de que la idea sea una realidad. Se levanta del suelo con rapidez, y sigue aturdida. Cuando vuelve a caer, una risa viene desde un punto de la sala. Scarlett parpadea buscando el responsable.

—Tu misma fuiste la culpable de ese golpe —Cillian parece beber algo.

Scarlett se arrastra hacia atrás. Es un demonio mismo, pero ahora la idea de estar sola con él, y luego de sus amenazas contra su bebé la aterran, incluso más cuando estaba con el señor Van Rome. Vuelve a tocar su vientre.

Cillian da pasos hacia ella para tomarla del brazo sin perder más tiempo, arrastrándola hacia la puerta.

—Qué lástima que ese golpe no te mató, hubiese sido perfecto —Cillian suelta con oscuridad. La está sacando del departamento a la fuerza, y sus pies aún adormilados no pueden seguirle el paso—. Camina. O te juro por Dios que te vas arrepentir.

Scarlett parece un poco ida en su propia mente. No se detiene pese a que su cabeza le repite que debe luchar para liberarse de Cillian, pero es en vano. Cillian la tiene a la fuerza, y Scarlett comienza a debilitarse aún más. El golpe de la cabeza sigue doliendo, y probablemente esté sangrando. 

Al darse cuenta que ninguna de las personas a su alrededor parece importarle lo que le sucede, Scarlett no tiene fuerzas tampoco para llorar. Cillian la está llevando a una camioneta. Tan sólo ruega que Mary se da cuenta de lo que ocurre, pero tampoco puede confiar de las demás personas. Si ella misma no puede ser de ayuda…¿entonces quién podrá salvarle? 

Nadie. Intenta moverse el cuerpo para atraer la atención de los demás, pero Cilian tiene el descaro de decir que es una paciente mental que se acaba de escapar. Abre la boca y no puede emitir ningún sonido. Su ropa mojada por completo con lágrimas de desesperación.

«¿A dónde me lleva…?» son los pensamientos de Scarlett cuando visualiza nublada su alrededor. Luego, un torbellino negro, como una manta que cubre su cabeza y sus ojos. Cierra los ojos, abrazando su vientre, como si de esa manera protegiera al niño que crece dentro de ella. Una parte suya que nada tiene qué ver con las aberradas intenciones de Zayda, y que ahora la están llevando a otro infierno. 

Cillian la montó en un auto como si nada, aprovechándose de su debilidad, y llevándola a donde sólo él sabe. Fingió ser una pareja de esposos acariciándole su melena pelirroja como si nada. Pero eso sólo duró unos cuantos momentos porque Scarlett sintió el viento frío de Chicago cuando alguien abrió la puerta de la camioneta donde iban. 

Ahora, sólo está caminando descalza por un pasillo. Están en una casa, es lo que puede ver ahora que comienza a tener mejor vista. Una mujer la acompaña a su lado, en silencio. Scarlett intenta detenerse, porque sabe que la lleva al sitio que pretende llevar a cabo lo que Cillian quiere con su bebé. La mujer sigue llevándola, ignorando los movimientos bruscos de Scarlett. 

—Antes de que haga otra cosa estúpida —Cillian ordena—, apresúrate a sacarle ese niño cuanto antes. No tengo toda la mañana —la frialdad en las palabras de Cillian atormentan a Scarlett, moviéndose lo más que puede hacia atrás aún cuando la acorralan a la camilla—. ¡Ahora!

Es una inútil. Al no hablar es inútil. Al no gritar por ayuda, llamar a cualquiera. Su imperfección y debilidades lastimándola como siempre. Quiere llorar, pero las lágrimas no salen. Tener a éste niño en su vientre es una bendición, a su vez, que es su propio pase al infierno.

Scarlett le gustaría gritar por primera vez para romper la maldición que tiene desde que nació con ésta miserable vida, saber lo que es gritar por su propia voz y salir de esto. Su llanto silencioso es desinterés por parte de los presentes: la mujer que la trajo, un doctor con mascarilla y el demonio de Cillian en la puerta, fumando con la mirada fija en la situación. 

Scarlett intenta incluso caer al piso para impedirle a la mujer que la coloque en la camilla. 

—¡Está histérica! —exclama la mujer enojada a Cillian.

—Dale un sedante. Se calmará —Cillian arroja sin un pedazo de piedad—. ¡Me escucharon!

El doctor y la mujer tienen que sostenerla con fuerza porque Scarlett ambiciona con escapar de aquí entre lágrimas. La idea de que lastimen a su bebé la atormenta de una manera tan irracional que jamás ha luchado tanto en su vida por salvarse de Cillian. Al darse cuenta qué las personas han seguido al pie de la letra las órdenes grotescas de Cillian, Scarlett cae a la camilla desbordada en lágrimas. 

—Terminen con esto ya—Cillian está a nada de perder la cordura por la impaciencia. 

Todavía recuerda cómo se enteró de esto. Scarlett dejó caer los papeles que traía en su cartera, los cuales no agarró al momento de echarla de la casa. Olivia fue quien se dio cuenta e histérica fue la primera que leyó el informe. Scarlett estaba embarazada. Cillian le arrebató el papel de la mano y en efecto, era una prueba que confirmaba el embarazo de Scarlett, su ahora exesposa. Cillian hirvió de cólera. ¿Qué era eso? ¿Una especie de broma? Pero la broma pasaría al escándalo si Scarlett demostraba que esperaba un hijo. En verdad entraría su familia en un escandalo y Cillian no podría recibir la herencia de que tanto habla. Esa muda buena para nada dañaría todo.

—Cuando ella salga de aquí —Cillian le señala al doctor—, harás el informe de que está loca, que es una enferma mental. No podemos arriesgarnos —otra ojeada le da a Scarlett, ya atada en la camilla—, le daré el dinero cuando esto termine y ni una palabra a nadie…—amenaza—, porque si me entero que abrió la boca lo destruiré. A ambos —también se dirige a la mujer.

Ni el doctor ni la mujer tardan en estremecerse. Scarlett, ya atada, no puede hacer nada. De la impotencia su dolor es grave y más intenso por el dolor de la cabeza. Un centello transparente la alarma, y es la aguja para el sedante. Scarlett abre la boca, buscando alguna manera de gritar, de que su voz nazca y así pedir ayuda, pero sigue siendo en vano. 

Busca la mirada de la mujer, y sacude la cabeza desesperada, pidiéndole con los ojos que no lo haga. Sin embargo, lo único que logra ver en la mujer es un claro destello de ansiedad, e incluso así, no dice nada y no detiene su acto.

Scarlett cierra los ojos cuando inyecta la aguja. Mira la luz de arriba, blanca y lejana, y al girar hacia la ventana que da al patio, su lágrima moja la almohada. 

«Alguien qué me ayude» Scarlett súplica dentro de sí misma. «Alguien salve a mi bebé…»

—Ya estamos listos. El sedante actuará en unos minutos —el doctor ya se coloca los guantes. La mujer se echa hacia atrás, mirando fijamente a Scarlett—. Anastasia, aléjate de ella.

Scarlett trata de mantener los ojos abiertos. Mientras su pecho baja y sube, mueve los ojos hacia todos los lugares buscando la salida de éste infierno. Su cuerpo volverá a ser usado por otras personas y no tendrá escapatoria. Ésta vez no puede ser igual. Y el bebé que yace en su vientre no merece esto. Se niega a dejar que abusen de ella.

—¿Qué intentas, Scarlett? —Cillian desaprueba su intento de levantarse otra vez—. Te ves como una idiota, Scarlett. No conseguirás nada.

El sedante comienza a hacer efecto, un veneno apoderándose de sus extremidades y de su fuerza. No puede recobrar fuerzas, no puede. Lucha, aunque sabe que no conseguirá nada. Aún así lucha y Scarlett, creyendo que el último intento para sobrevivir será en vano, tal cual como lo dice Cillian, cae a la cama justo cuando un sonido extraño, estrepitoso, cubre toda la habitación. 

—¿Qué es eso? —Cillian mira hacia la lámpara de arriba. La misma se tambalea, como si estuviera sucediendo un terremoto—. ¡¿Qué carajos es ese sonido?!

—¿Eso es…? —Anastasia comienza incrédula y sorprendida—, ¿un helicóptero…?

Cillian mira fuera de la ventana. El doctor tiene que bajar las pinzas a la mesa otra vez al darse cuenta de lo mismo. El rostro de Cillian cambia de una forma inigualable al notar que Anastasia tiene razón. ¿Qué es lo que sucede afuera? 

Como no entiende tiene qué salir de la habitación empujando a los dos escoltas para visualizar que en el patio de la casa, los árboles se mueven de un lado al otro y la grama verde se dispersa por culpa de la hélice: un helicóptero aterriza.

Cillian palidece por el horror y el enojo.

—¡¿Qué carajos…?! —empieza a decir, cubriéndose del potente viento que suelta las aspas del helicóptero. Al bajar los brazos, no hay palabras para el rostro que se le ha formado.

El helicóptero aterriza por completo, y de él baja un hombre apenas reconocible para Cillian Harworth. 

—¿Qué está sucediendo, doctor? —Anastasia habla, petrificada todavía. Mira a Scarlett, moviéndose de un lado a otro, totalmente afectada por el sedante—. ¿Sabe si…?

—¡No sé, Anastasia! ¡No sé qué sucede! Pero será mejor que prevengamos, y salgamos de aquí cuanto antes. Esto no pinta nada bien —justo cuando finaliza el doctor sus palabras, la puerta se abre retumbando con un sonido sordo, haciendo que Anastasia grite de sorpresa.

Un hombre vestido en negro entra a la habitación como un animal. Anastasia y el doctor, horrorizados por lo que sucede, no pueden describir a semejante bestia que camina en busca de algo en específico, sin visualizarlos a ellos. Al encontrar lo qué busca, su mirada asesina se suaviza. Se dirige hacia Scarlett.

—¿Qué está haciendo? —Anastasia intenta detenerlo pero otro hombre la detiene apuntándola con un arma. A Anastasia se le va el alma.

Scarlett, moribunda por el sedante, parpadea, viendo hacia arriba cuando algo cubre la luz de la lámpara. Al no reconocer al hombre porque su mirada se vuelve borrosa, cierra los ojos. El hombre lanza las cuerdas que la atan rompiéndolas con una sola mano antes de cargarla hacia sus brazos.

—¡¿Quién m****a eres tú?! ¡¿Qué estás haciendo?! —Cillian aparece justo para mirar a Scarlett en los brazos de la bestia frente a él. Lo lanzó a un lado y un par de hombres lo sostuvieron para que no lo siguiera. Pero Cillian logró evadirlos—. ¡Bájala ahora mismo!

Cillian grita de dolor cayendo al suelo. La bestia le acaba de disparar en la rodilla.

—Ésta misma noche iré por tu cráneo —habla el hombre.

—¡¿Quién eres tú?! —Cillian divisa la sangre en el suelo, saliendo de su pierna—. Maldito desgraciado, ¡Te juro que…!

—Desaparece de ésta ciudad —el hombre carga a Scarlett con un solo brazo y con la otra apunta a Cillian—. No quiero que pises el mismo suelo por donde caminará mi hijo. 

Cillian abre los ojos, anonadado por lo que escucha. 

El rostro de Gerald está cubierto por la oscuridad, algo letal y amenazante cuando Cillian lo ve. Sin decir una palabra más, Gerald se marcha cargando a Scarlett sedada en sus brazos con suavidad de no lastimarla. Los hombres de Gerald esperan a que su jefe salga para terminar amenazando a los presentes. Anastasia y el doctor se arrodillan temerosos de ellos, y Cillian se ha quedado en el aire por lo que acaba de escuchar.

Scarlett no lo sabe aún, dormida y segura ya, pero quien la lleva en los brazos es la bestia de quien huyó, y el padre de su hijo.

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