5. De su propiedad, atada a él

La última vez que había dormido tanto fue en su niñez, donde todavía seguía con su madre y no la habían separado de ella. Scarlett bosteza, levantándose de una superficie cómoda. No abre los ojos todavía, porque, aunque sienta que ha descansado, el malestar continúa. Poco, pero continúa. 

Sólo se escucha el silencio en éste lugar. Abre los ojos, y lo primero que observa es a una mujer tocando las cortinas blancas de la habitación. Scarlett observa las mantas, tratando de entender lo qué sucedió…

El rostro de Scarlett cambia al sobresalto, y sale de la cama. Debido a sus piernas débiles cae al suelo, y llama la atención de la mujer presente. 

—¡Señora! —la mujer también cae con ella, con los ojos abiertos—. ¡¿Qué le sucede?!

Scarlett señala su vientre. Las lágrimas salen por sí solas. Para ella Cillian realmente la hizo abortar y ahora la han dejado sin nada. Su bebé ya no crece en su vientre y Cillian logró su cometido. 

—¡Señora! —la mujer toma sus manos—. No se preocupe. Llamaré al señor Van Rome para decirle que usted está despierta. Espere aquí, señora. 

Aunque las lágrimas siguen bajando por la mejilla de Scarlett, la expresión de Scarlett danza en el aire al escuchar aquel apellido. 

Scarlett intenta detenerla por el brazo. Pero pronto vuelve a quedarse en soledad. En el piso, observa la habitación con el mismo horror de siempre. No está cerca de ser la habitación donde estaba…

¿Qué sucedió? 

Intenta colocarse de pie, y al hacerlo, corre hacia la ventana. Tiene un balcón, así que puede salir, descalza. El paisaje es totalmente diferente a ese donde la llevó Cillian. Scarlett se abraza a sí misma, sin perder la vista de la parte de abajo: un inmenso patio adornado de un jardín enorme. Hay fuentes, autos estacionados, y un camino que guía al más allá y que Scarlett no ve más que eso.

Este no es el lugar que recuerda.

Se mira el sitio donde aquella mujer le inyectó el sedante. Una pequeña tira adhesiva cubre su piel.

¿Qué está pasando? ¿Dónde está? ¿Y por qué aquella mujer mencionó el apellido de Gerald? 

Retrocede bruscamente al ver que hay gente en éste lugar, abajo, en el patio. La puerta vuelve abrirse, y deja ver a la misma mujer de hace unos minutos. 

—Señora, la ayudaré a vestirse. Le prometo qué está bien —ella intenta tocarla, pero Scarlett se aleja hacia las cortinas, temiendo de cualquier contacto. La mujer parece verla con lástima, alejándose de ella—. La entiendo, señora. Dentro de ese armario puede encontrar mudas de ropas. Cuando esté lista, sólo toque la puerta. La dejaré sola para que se vista. De seguro está hambrienta. Ambos deben estar hambrientos —la mujer baja la mirada hacia su vientre, y una sonrisa suave sorprende a Scarlett—, con permiso, señora.

Scarlett se lleva la mano al corazón al instante. Baja la mirada hacia su vientre, y lo abraza con tanta fuerza. Su madre le enseñó a rezar, y aunque no hable, le decía que Dios también la escucha no importa qué. Reza por su bebé, desesperanzada completamente. ¿Esa mujer se burla también? La ansiedad por no saber lo qué ocurrió la hace llorar aún más. 

Mira su vientre, apretando los dientes, devastada.

«Perdóname. Perdóname» son los pensamientos de Scarlett. La voz qué nadie oye. Jamás se perdonará por de esto. Jamás. 

Cae nuevamente al suelo, cubriendo su rostro. Sólo puede pensar en su hijo. La imagen clavada de aquella habitación, el odio profundo de Cillian, sus órdenes crueles, su abuso. Scarlett no para de llorar. Perdió a su bebé por su culpa. Se agarra la cabeza. No pudo protegerlo. Es su culpa, se repite. Por más llore nadie podrá oírla, y por más que necesite de alguien, nadie podrá ayudarla. Sigue pidiéndole perdón a su pequeño, y no se viste como la mujer le indicó. 

No quiere moverse, no quiere ni existir ahora. Simplemente abraza su vientre pidiéndole al cielo que todo sea mentira. Y que aquella luz vuelve otra vez a ella. 

—Perdón por interrumpirla, señora. Pero necesito que venga conmigo. El señor Van Rome espera por usted desde hace rato. 

Scarlett no le presta atención a la voz. Está muy decaída. Es la voz de un hombre. 

—El señor vendrá aquí si usted no va —el hombre vuelve hablar.

Scarlett parpadea. Aún no entiende…¿Por qué está de repente con ese hombre? ¿Qué tiene que ver? Además, si está con él. ¿Qué pasó con Cillian? ¿Qué pasó? Esas preguntas son el motivo para alzar la mirada enrojecida e hinchada por tanto llorar. El señor Van Rome debe responderle. 

Se pone de pie y sólo se cubre con una larga gabardina de suave seda que la mujer que acaba de conocer le coloca. Scarlett se abraza a sí misma y sigue al hombre, saliendo de la habitación. Sus ojos observan con claridad el pasillo, los cuadros, la decoración, todo llama su atención para mal. Esto no le gusta. 

La pregunta es…¿Cómo la consiguió? La ansiedad sube por sus venas y su sangre. Mira hacia otra parte, encontrándose con un segundo hombre vestido de negro. 

—Por aquí, señora —el hombre le sigue hablando en inglés. Tiene una mirada satisfecha cuando se gira hacia ella y señala la puerta—. Entre, por favor.

Scarlett se limpia la última lágrima antes de hacerlo.

Salta cuando la puerta se cierra. Con los ojos desorbitados, observa a todas partes. Y no encuentra nada salvo ventanas panorámicas que dejan ver el patio, muebles acolchados en tejidos negros, un piso de cerámica oscuro. Scarlett retrocede a la puerta. Teme. El peligro es alimento en su día a día, pero esto es diferente.

—Es inteligente, señorita.

La voz viene desde el más allá, cree. Esa voz gruesa, profunda, amenazante, hace que su cuerpo reaccione con escalofríos. Scarlett no lo puede hallar. 

Scarlett se abraza más a sí misma cuando finalmente lo observa sentado en un mueble.

—Y un poco necia…

Scarlett retrocede hacia la puerta. Es la bestia. Abre los ojos cuando él se levanta. Lleva un traje a la medida, sin muchos ornamentos. Todo es negro salvo el pañuelo en su bolsillo. Traga saliva cuando con sus ojos frívolos la encuentra.

Gerald está aquí.

Scarlett rompe a llorar, cubriendo los labios. Cierra también los ojos. Si él va a terminar con su vida que lo haga ahora.

La expresión de Gerald es fría, pero se ha suavizado.

—Nuestro hijo está bien.

Nuestro hijo. Scarlett abre los ojos con lentitud. Su llanto se ha detenido, y por un instante también su corazón. Lo observa, con una plena conmoción. ¿Qué ha dicho? Scarlett se lleva las manos a su vientre.

Gerald se acerca hacia ella mientras deja un vaso de vidrio en la mesa. 

—Usted y el niño están bien —Gerald repite, lo necesariamente cerca para notar sus ojos claros por la luz que entra en el salón. Scarlett parpadea incrédula otra vez—. No sucedió más nada porque llegué a tiempo.

Scarlett suelta todo el aire de sus pulmones, bajando la mirada hacia su vientre una vez más. Si las lágrimas salen ahora es porque llora de felicidad, de alivio. 

 —Pero no debió haberme subestimado. No debió haberse marchado —Gerald dice. 

Scarlett deja caer los hombros. Su mirada baja hacia el pecho de Gerald. 

—Se le ocurrió irse con mi hijo y creyó que no la encontraría. No sé qué hubiese hecho ese cabrón si no llegaba a tiempo. 

Cuando vuelve a verlo los ojos de Gerald Van Rome son un cuchillo que la asesinan lentamente conforme se acerca, haciéndose más pequeña ante esta bestia de 2 metros. Su corazón palpita, y cree por un instante que la golpeara cuando mueve su mano.

Cierra los ojos. Pero ni un golpe llega, ni un grito, ni otra palabra amenazante.

Sólo…

Un toque suave en su mejilla. 

—¿Cómo pudo irse de esa manera? —Scarlett escucha su pregunta en un tono calmado—. Algo pudo haberle pasado. A ambos, señorita…

—Cuando quiera, señor Van Rome.

Scarlett abre los ojos, y lo primero que se encuentran son los letales de éste hombre. La caricia de sus dedos tras los guantes sigue siendo suave. Scarlett parpadea, sin entender sus palabras.

Gerald se gira hacia la voz del hombre nuevo. Scarlett traga saliva, luego de la extraña cercanía con éste hombre. Esto quiere decir ¿Qué él la salvó de aquel lugar? Scarlett tiene demasiado qué procesar, pero aún hay preguntas que no han sido respondidas. 

—Fuera. 

—Como ordene, señor —el hombre que habló se inclina y busca la salida por otro extremo del salón.

Gerald se da la vuelta, dejándola otra vez sin aire. Cuando él se acerca al escritorio, Scarlett observa todo el lugar, entrañada de que lo que es real y no un sueño. ¿Este es el hogar de éste hombre? Scarlett parpadea al recordar a Mary. ¿Dónde está su amiga? Éste hombre…

—Mis costumbres no me permiten tener hijos fuera del matrimonio. La unión es obligatoria en las costumbres del pueblo donde yo nací y en mi entorno. Ese niño que lleva no nacerá fuera del matrimonio porque será bastardo —Gerald tiene un acento bastante marcado, y suena como un animal rasposo. 

Scarlett comienza a fruncir el ceño en confusión. Gerald le pone los ojos encima, señalándole la silla frente al escritorio. Scarlett se toma de las manos antes de acercarse. Gerald le ofrece la silla para sentarse. Scarlett sigue dudando aún. Una vez sentada, Scarlett intenta buscar algo para comunicarse con él, pero no hay nada a su alcance. 

—Esto no volverá a suceder —Gerald habla. Scarlett se tensa, siguiéndole con la mirada hasta verlo sentarse también—. Jamás.

Scarlett desvía la mirada hacia abajo, donde la carpeta que abrió Gerald se encuentra frente a sus ojos. ¿Cuántas veces su corazón se ha detenido en lo que lleva despierta? Señala los papeles y mueve la cabeza, en un gesto de no comprender.

—Mi esposa —Gerald habla con seriedad—. Desde hoy usted vive bajo mi techo y supervisión mientras lleva a mi heredero en su vientre como mi esposa, como mi mujer. 

Es algo pequeña, más que cualquier mujer que Gerald haya conocido. La necesidad de tocarla se ha vuelto casi un infierno para él. Ella tiembla con sus palabras. ¿Tiembla porque al igual que todos lo considera una bestia? 

Scarlett se pone de pie con lentitud, observando a Gerald con profundidad. Gerald la sigue, mirándola también con fijeza. Ésta mujer, en su silencio, dice bastante con sus ojos de ciervo. Scarlett mira los papeles del matrimonio. 

—No es una pregunta —Gerald gruñe.

Scarlett baja la mirada, pensativa. ¿Un matrimonio con éste hombre? ¿Con el hombre que tiene algo que ver con la muerte de su padre? Scarlett está a punto de negar con la cabeza pero éste hombre agarra su muñeca, y la jalone. Scarlett se sorprende cuando queda frente a él. Gerald la toma de la cintura, mirándola desde su posición. Scarlett traga saliva y aunque no diga una sola palabra, sus ojos hablan por ella. 

—Usted ahora es mía —Gerald la reclama sin ningún tapujo. 

Scarlett coloca las manos en sus hombros, respirando con dificultad mientras las manos de Gerald están en su cintura. Él acerca la boca hacia su vientre

—Y éste niño también es mío —Scarlett no lo pierda de vista ni un momento—. Desde ahora es mi esposa —cuando el señor Van Rome dice, Scarlett no puede de dejar de verlo. 

¿Miedo? ¿Curiosidad? ¿Agradecimiento? Ni siquiera lo sabe. 

Lo único que sabe es que ahora es la esposa de éste hombre y ahora no sólo los une un bebé sino un matrimonio. La vida de Scarlett ha cambiado para siempre. 

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