Gracia abrió los ojos lentamente. Su cuerpo dolía y, por unos segundos, no supo dónde estaba. Pero pronto los recuerdos la golpearon de lleno, y sobresaltada, se incorporó en la camilla.
—¡Maximilien! —exclamó, mirando a su alrededor. Al no verlo, intentó arrancarse las cánulas que tenía conectadas.
Antonia, que la cuidaba, se levantó de inmediato y corrió hacia ella.
—Mi señora, por favor, cálmese. ¡Tranquila! ¡Un médico, ayuda! —gritó desesperada.
—Antonia, ¿dónde está mi esposo? —preguntó Gracia con la voz quebrada. La expresión de Antonia no presagiaba nada bueno.
—Mi señora… él… —susurró, bajando la mirada con pesar.
—¿Qué pasa? ¿Qué le pasó a Maximilien? —gritó Gracia, desesperada.
—Está muy grave, señora. Está en este mismo hospital, pero en estos momentos lo están operando. Es una cirugía de vida o muerte.
Gracia apretó los labios, sintiendo cómo el pecho se le oprimía.
—¿Y mi bebé? —preguntó con un hilo de voz.
Justo en ese instante, apareció el médico de turno.
—¡Señora San