Gracia percibió con claridad lo que ocurría entre Mariana y Nicholas. No necesitaba más pruebas: entre ellos no había amor, solo manipulación y rencor.
Nicholas la empujó con violencia sobre un viejo sofá, mientras comenzaba a desabrocharse el pantalón con manos ansiosas.
—Gracia, querida… eres tan condenadamente deseable. Ahora entiendo por qué traes locos a dos hombres. —La miró con lujuria y burla, pero ella no se inmutó.
—¿Eres consciente de lo que puede pasarte si me tocas? —Gracia le preguntó con firmeza.
—No me va a pasar nada. —Nicholas sonrió con arrogancia—. Todo está bajo control. El dinero va a llegarnos como arroz, pero primero, voy a divertirme contigo, definitivamente no puedo pasar esta oportunidad, eres, ¡oh, querida!
Gracia dio dos pasos atrás, nerviosa, sin embargo, estaba tratando de ganar tiempo.
—¿Todavía confías en esa perra de Mariana? No deberías. Ella solo sabe traicionar. Le importa más su piel que la de los demás. Yo puedo ofrecerte algo mucho más convenien