Lauren recibió la notificación de la descalificación de su obra y, al leer el papel, la rabia la carcomió por dentro. Arrugó la hoja con fuerza y la lanzó a la basura, maldiciendo a Gracia entre dientes.
—¿Has visto, mamá? Como siempre, Gracia metiéndose en mis planes. Esa maldita no se cansa de ser una piedra en el camino. ¿Qué voy a hacer ahora? Mi carrera está arruinada. Todos saben que cometí fraude, ahora nadie va a querer exponer mis obras.
María la miró con calma, pero con una severidad que le hacía temblar las manos a su hija. Sacudió la cabeza con desaprobación.
—Eres una completa idiota. Por hacer más, siempre terminas haciendo menos. ¿A quién se le ocurre chantajear a los jurados de un concurso como ese? Ahora, debes olvidarte de esa estúpida carrera de pintora, ¡ridícula! Y además... hay algo más grave sucediendo.
—¿Qué, mamá? ¿Qué puede ser más grave que perder mi lugar en el concurso? ¿es que no lo estás entendiendo? Mi vida se arruinó por culpa de esa perra.
—La empresa