Después de aquellos oscuros momentos, los días fueron transcurriendo, y el descaro de Fernando no hacía más que crecer. Aún se atrevía a enviarle mensajes a Gracia, incluso desde números desconocidos, insistiendo en pedir perdón.
Era ya el sexto número que ella bloqueaba. Negó con la cabeza, incrédula, y borró el mensaje sin dudar:
«Gracia, cariño, nuestro hijo nos está esperando, amor. ¡Aún podemos salvarlo todo!»
—¿Y si mejor cambias de número de teléfono? —sugirió Maximilien, rozando su nariz contra el cuello de Gracia. Ella soltó un suspiro.
—No puedo darme ese lujo ahora. Tengo demasiados contactos comerciales relacionados con mis obras. Lo mejor es ignorarlo… supongo que tendrá que cansarse de tanto insistir, pero es increíble, se fue de la ciudad, tiene una caución para no acercarse y aun sigue insistiendo, espero de verdad que no aparezca otra vez.
—Espero lo mismo, me tiene harto a mí también, cariño. Lo que no entiendo es cómo sigue usando al hijo de Mariana para intentar m