CAPÍTULO 50
Luna apenas podía moverse.
Sus dedos temblaban cuando se aferró al suelo húmedo, y su cuerpo entero palpitaba con un miedo antiguo, primitivo y visceral. El aire olía a tierra, sangre y electricidad, y en medio de la niebla disuelta por la onda de choque, Denzel… o lo que fuera Denzel… caminaba hacia ellos como una entidad surgida del centro de los tiempos.
Los otros nueve, los seres como Alex, se habían levantado, aunque con dificultad. Sus movimientos ahora no eran tan fluidos. Habían sido heridos, aunque no destruidos y parecían dudar, incluso retroceder unos pasos ante la sola presencia del ser luminoso.
Y Alex…
Alex estaba de pie, pero jadeando, los ojos oscuros como la muerte, la mandíbula crispada.
Luna lo miraba con el alma desgarrada.
—Alex… —susurró con voz entrecortada, sus labios partidos sangraban aún—. Por favor…
Pero él no la escuchaba.
Su mirada estaba fija en Denzel, como si lo reconociera de algún rincón oculto de su memoria, como si le doliera.
—No es po