CAPÍTULO 51

CAPÍTULO 51

Las sábanas se pegaban a su piel como un refugio inútil.

Luna tenía la mirada fija en el techo, pero su alma estaba en otro lugar. El corazón le palpitaba lento, con ese retumbar irregular que viene después del pánico.

Sentía la garganta cerrada, los labios resecos, y un nudo profundo en el pecho. El silencio era absoluto, salvo por el eco lejano del agua que aún goteaba, o el crujido de los cimientos de la mansión.

Luna se limpió una lágrima y miró toda la habitación. Todo se veía tan tranquilo, hasta que la puerta se abrió despacio y ella lo supo sin necesidad de mirar.

Andrey apareció a su vista, y caminó hacia la cama, como si cada paso fuera una súplica silenciosa. Se sentó en el borde sin decir palabra y le tomó la mano para besarla con cuidado, acariciándola al mismo tiempo.

—Estás temblando —susurró, acariciándole los dedos.

Ella giró apenas el rostro hacia él. Tenía los ojos hinchados, rojos, como si no hubiese dormido, y como si el miedo no la soltara.

—No puedo
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