CAPÍTULO 40

CAPÍTULO 40

Los platos llegaron uno por uno.

La comida era tan perfecta que casi daba pena tocarla.

Camareros silenciosos dejaban cada porción sobre la mesa con una reverencia discreta mientras Abril miraba todo con fascinación, como si estuviera dentro de una película.

Alex, en cambio, no tocó su copa, observaba cada movimiento con los ojos entrecerrados, y con la mandíbula tensa, y en el caso de Andrey y Luna tampoco, en el caso de ella, porque era imposible con tanta tensión.

Y ante el silencio, Andrey tomó su copa, la levantó con una leve inclinación y luego la dejó a un lado, con la mirada fija en Alex.

—Sé que no es habitual hacer esto en un entorno tan formal —dijo con voz firme—, pero he decidido que esta noche no se trata de costumbre… sino de lo que es lo que deseamos —continuó, girando apenas hacia Luna—. Estoy aquí frente a la familia de Luna, para pedir la mano de su hermana.

Un silencio se apoderó de la mesa como un relámpago detenido en el tiempo.

—Aunque —añadió con un
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