CAPÍTULO 30

CAPÍTULO 30

El auto descendía por la colina lentamente mientras la mañana despuntaba entre neblina y rayos de sol tímidos. Luna apoyaba la cabeza en el cristal, observando cómo el paisaje urbano reemplazaba al verde de los árboles, y sentía un vacío raro, como si el regreso a la realidad le robara un pedazo de lo vivido.

Andrey iba en silencio con su mano sobre la de ella, conduciendo con una calma casi ceremonial.

Y cuando llegaron frente al edificio donde vivía, Luna suspiró.

—¿Vas a estar bien? —preguntó él, mirándola con seriedad.

—Sí… —murmuró ella, aunque la verdad pesaba distinto en su interior—. Solo necesito… respirar un poco mi mundo —y le sonrió—. Iré al trabajo, ya sabes… cosas de humana.

Andrey asintió, sin dejar de observarla.

—Llámame si algo cambia. Si necesitas algo… si algo no te cuadra. ¿Sí?

—Lo haré —aseguró ella, aunque no sabía si eso sería cierto.

Pero antes de que bajara, Andrey la tomó del brazo, y la hizo pegarse hacia él, para besarla de forma urgente.

Luna
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