La noche había caído sobre Chianti con una elegancia silenciosa. El jardín del hotel, iluminado por faroles de hierro forjado y velas suspendidas en esferas de cristal, parecía sacado de un sueño cuidadosamente diseñado. El aire era fresco, pero no hostil; el tipo de frío que exige abrigo sin apagar el deseo.
Noah ya estaba allí, sentado junto a Celeste en uno de los sillones de terciopelo gris. Ambos aprovechaban la ausencia de Beatrice, como si el mundo les perteneciera por unas horas. Camille y Lucie charlaban animadamente con James cerca de una fuente de mármol, donde el sonido del agua acompañaba las risas.
Entonces, Isabelle apareció.
Su vestido era de terciopelo azul profundo, con mangas largas y hombros descubiertos, abrazando su figura con elegancia. El escote era sutil, pero suficiente para que el frío no fuera lo único que se sintiera. El dobladillo rozaba sus tobillos, y unos tacones negros completaban el conjunto. Su cabello recogido en un moño bajo dejaba ver unos