James giró la cabeza, como si algo lo hubiera llamado sin palabras.
Y ahí estaba Isabelle.
Sentada frente a Adrien Beaumont, con una copa entre las manos y el vestido vino oscuro que aún lo tenía atrapado desde que la vio entrar. Su mirada se cruzó con la de ella. Por un segundo, todo el ruido del bar se apagó.
Celos. Lo sintió. Pero no lo mostró.
La mujer rubia que lo acompañaba, ajena a ese cruce de miradas, le tomó el rostro con ambas manos y lo besó con intención. Provocadora. Casi teatral. James no se apartó. Isabelle sí.
Desvió la mirada, como si el gesto le hubiera quemado los ojos.
Adrien lo notó todo.
—Ahora sí estoy más interesado en saber qué pasa entre ustedes dos —dijo, con tono tranquilo, pero firme.
Isabelle soltó el aire despacio, como si decidiera dejar de fingir.
—Volví de Francia hace unos años. Mi padre me pidió que me casara con uno de los Moore. Era parte de una unión entre las familias. No había opción.
Adrien asintió, comprendiendo.
—Por e