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—Acepto. —Dijo ella que cada sílaba que salió de su boca, era como un puñal, como una daga que se incrusta en lo más profundo, era ella ya un ser sin voluntad, respiraba porque así lo decía su cuerpo.

—Puede besar a la novia—Él se acerca y se apodera de su boca hasta hacerla sangrar, pero ella no ve la diferencia. Era una semana de tortura tras tortura, solo dejaba que él hiciera lo que quisiera con ella; total, ya había perdido la fe.

—Así me gusta, obediente, sumisa, una mujer que sabe lo que le conviene y agacha la cabeza ante su marido. Siempre soñé con una mujer así, se nota que Sebastián hizo un muy buen trabajo contigo.

La sola mención de él, que hacía que las arcadas que la perseguían diario volvieran a aparecer, era un nombre que a su sola mención su cuerpo repelía.

—No lo menciones, por favor — susurró ella, con los ojos a punto de estallar en llanto.

—¿Por qué? ¿Aún lo extrañas? No me vengas con eso, en serio que sigues siendo tan tonta como cuando caíste en su juego, adem
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